(artículo publicado por Puri Estarli para Ogíjares Actualidad)
Ya no queda
nada. La Semana Santa está a la vuelta de la esquina. Muchas cofradías han
mudado ya sus pasos, y los cofrades miran al cielo y rezan para que la lluvia
no sea la protagonista durante ocho grandes días.
En Granada,
ciudad de la Alhambra, ya huele a incienso, azahar y cera derretida; ya huele a
emoción y a sentimiento por las calles. Ya se ven a los niños y niñas
recogiendo las gotas de cera que caen de las velas de las mantillas para formar
esas bolas típicas, todo un tesoro para ellos. Ya huele a belleza incalculable,
a costaleros sufridos, a mantillas elegantes, a capataces entregados y a
penitentes anónimos bajo sus espigados capillos.
De rodillas
se pueden ver a los costaleros en las iglesias rezándoles a sus Sagrados Titulares
en ese recogimiento espiritual tan necesario. Y mientras, en las calles, la
gente se vuelca con la fiesta, con su Semana Mayor, recorriendo las recoletas
calles por las que pasan esas hermosas tallas realizadas en las ilustres
escuelas granadinas, emocionándose y llorando un año más al paso de los cristos
y las vírgenes mientras reza una plegaria o alguien se arranca con una saeta.
La Semana
Santa de Granada es única porque los enclaves por los que pasan las procesiones
son únicos. Qué razón tenía Francisco de Icaza al afirmar que no había en la
vida nada como la pena de ser ciego en Granada. Esas estrechas callejuelas del
barrio del Albaicín por donde pasa la virgen de la Aurora, son únicas; esa
Carrera del Darro, testigo de la belleza de la cruz de taracea del cristo de la
Misericordia o “Cristo del Silencio”, es única; esa Abadía del Sacromonte,
rodeada de hogueras y saetas, por la que discurre “el Cristo de los Gitanos” el
Miércoles Santo, es única; esa Alhambra, engalanada bajo la luz de la primera luna
llena de la primavera, testigo de la belleza sin parangón de Santa María de la
Alhambra, es única; esas calles empedradas del barrio del Realejo que tienen el
honor de ver pasar a Santa María de la Victoria, son únicas; y esa Iglesia Catedral,
regalo renacentista que acoge a todos y cada uno de los pasos, es única.
Granada
entera se transforma y se convierte en un impresionante escenario lleno de
música y arte, donde todo el mundo participa de la Pasión.
Ya se pueden
ver a los entregados costaleros recolocándose su costal y tomando aliento para
meterse debajo del paso. Ya huele a Pasión Cofrade,…, ya huele a Estación de
Penitencia en Granada.